Disfruta de la montaña con tus hijos

¿Practicar montañismo con niños?. Hasta alrededor de los 3 años aún podemos acarrear a los peques con una mochila portabebés pero a partir de esa edad son muchas los momentos en que nos rendimos incapaces a motivarlos a andar más de unos pocos metros así que muchas veces tiramos la toalla y nos resignamos a pasar los días de campo sin excursiones. Nos decimos “Ya subiremos a la montaña a quemar calorías cuando los niños sean más grandecitos y tengan…ejem, nueve años, once?.”
Disfruta de la montaña con tus hijos
De eso nada monada. Parafraseando a una gran película: “nosotros hemos visto cosas que nunca creeríais; familias con niños de 8 años haciendo excursiones en refugios situados a más de 2.000 metros de altura…en el Pirineo francés”. Como partimos de la base de que no somos más ni menos que nadie pensamos que esta es otra pueba más de que el gusto y el respeto por la naturaleza es algo que les podemos transmitir implicitamente y de forma natural a nuestros hijos, como tantas cosas. O lo que es lo mismo que el movimiento se demuestra…andando. Para saber más y de buena tinta le hemos pedido la opinión de los que saben para que nos cuenten como se lo montan ellos. Iñaqui y Rosa son dos padres apasionados por la montaña autores y protagonistas del blog familiar Montaña con niños que ya reseñamos en nuestra entrada un viaje apasionante por la blogosfera de las familias viajeras 2. En este post invitado que escriben y donde aportan también sus fotografías comparten su experiencia con todos nosotros y nos proporcionan algunas recomendaciones y algún que otro truco que nos va a venir pero que muy bien. ALGUNAS RECOMENDACIONES PARA DISFRUTAR DE LA MONTAÑA CON NUESTROS HIJOS “Somos Iñaki y Rosa, una pareja de Barcelona que hemos hecho montañismo desde hace muchos años (de hecho nos conocimos en las excursiones que hacíamos con el Centre Excursionista de Catalunya). Durante mucho tiempo vivíamos pensando sólo en las salidas a la montaña del próximo fin de semana ó las ascensiones y travesías que realizaríamos en las siguientes vacaciones, y soñando con proyectos de escalar grandes montañas: el McKinley, el Aconcagua, las montañas del Pamir, un ochomil… Poco a poco fuimos también albergando la idea de tener niños. Cuando nació nuestro primer hijo nos dimos cuenta de que no hay montaña que se pueda comparar a tener a tu hijo recién nacido en brazos, a verle crecer, y a guiarle y acompañarle en su vida. El nacimiento de tus hijos cambia tu visión de la vida y te sitúa muchas veces en la disyuntiva de elegir entre dedicarte a ellos o seguir por el mismo camino que transitabas. Para nosotros no hubo duda alguna. Criarlos tampoco significa, sin embargo, que debamos renunciar a todo por nuestros hijos. Simplemente, tuvimos que cambiar la manera de ir a la montaña. Nos olvidamos por algún tiempo de las cumbres del Pirineo, Alpes y Andes, y empezamos a recorrer las montañas y valles más cercanos. Al principio los llevábamos a cuestas, en mochilas y en brazos, pero pronto los niños quisieron ir también caminando allá a donde íbamos. Ascender una montaña de 300 metros o recorrer un sendero de PR era una auténtica odisea. Muchas veces volvíamos a casa con los bolsillos llenos de piedras y palitos sin haber llegado a ninguna parte. Sin embargo, los niños estaban felices y deseosos de volver pronto a la montaña a caminar, a comer de fiambrera, a beber de una cantimplora, a llevar su propia mochila, a estirarse y descansar sobre la hierba, a correr ladera abajo, a recoger piedras y palos, a hacer travesías por la alta montaña vivaqueando en tienda alejados de la mano de Dios, a hacer fotos y verlas en el ordenador … Poco a poco nuestros hijos mayores (Asier y Núria tienen ya 12 y 10 años) han ido superándose y alcanzando cimas más altas (Canigó, Puigmal, Pedraforca, Pica d’Estats ..) y soñando con llegar más alto aún. Ahora con Aitor (18 meses) volvemos a empezar. No hemos pretendido nunca ‘fabricar’ alpinistas de élite sino transmitir a nuestros hijos el gusto por la montaña, enseñar a nuestros hijos a disfrutar de la contemplación de un paisaje, a descubrir la belleza de las montañas, los bosques, los ríos y la fauna salvaje, a esforzarse para conseguir nuestras metas, a sentir la alegría y la satisfacción por el esfuerzo realizado al llegar a la cima de la montaña. Además del valor saludable de la actividad física al aire libre, el excursionismo estimula la capacidad de superación, favorece el conocimiento de los propios límites, incrementa la resistencia física y mental, y desarrolla nuestro conocimiento, amor y respeto por la tierra en que vivimos. La montaña es sin duda un recurso educativo magnífico. Pero ¿cómo conseguimos que a nuestros hijos les guste la montaña? En una reciente entrevista, Ángel Gabilondo (Catedrático de Filosofía y hasta hace poco Ministro de Educación) decía que el gusto por la lectura se transmite por contagio, y contagio es contacto. Citaba a Gilles Deleuze, quien decía que un maestro no es el que ordena “hazlo como yo” sino el que dice “hazlo conmigo”. Sin duda la clave para transmitir a nuestros hijos el gusto por la montaña (o la lectura) es estar con ellos y hacerlo con ellos. Y hemos de empezar cuanto antes mejor; ya desde que tienen 3-4 meses les podemos llevar en una mochilita para que sientan el sol, el viento, el murmullo de los torrentes, el crujido de las hojas pisadas, nuestra respiración jadeante. Para los niños salir a la montaña ha de ser ante todo algo divertido y placentero. Hemos de planificar las salidas pensando en sus necesidades y capacidades y no en nuestros deseos de hacer cumbres importantes. Hemos de huir de trayectos eternos en coche y recorridos agotadores. Hemos de ir paso a paso y tener paciencia, mucha paciencia. Uno de los mayores alicientes para que los niños hagan montaña es que vayan con otros niños. Cuando van con sus amigos desaparece el cansancio, se fortalece la amistad y se acrecienta su autonomía. Tener amigos montañeros con hijos o asociarse a un club de montaña que haga salidas familiares es un recurso muy valioso. Para los que se quieren iniciar en el excursionismo hay una serie de requisitos básicos que hemos de cumplir para que una salida a la montaña con los niños no se convierta en un infierno. En primer lugar, para salir con niños ha de ser un día meteorológicamente óptimo y hemos de estar bien informados de la previsión meteorológica, pues el tiempo puede cambiar rápidamente, sobre todo en la alta montaña. Si no hay una buena previsión podemos volver la semana siguiente. Las montañas no se moverán de su sitio. Una salida con frío, lluvia, vientos fuertes o nieve puede ser atroz para los niños y quitarles las ganas de volver. Cuando sean mayores ya aprenderán a disfrutar de la montaña en condiciones invernales. En segundo lugar, hemos de salir debidamente equipados: ropa y calzado apropiados, ropa de repuesto, agua y comida suficiente, mapas, reseñas y brújula o GPS. Los niños crecen y enseguida todo se queda pequeño: las botas, los pantalones de trekking, los anoraks, etc. Sin embargo, hoy podemos encontrar equipo adecuado para ellos a precios aceptables en una cadena de material deportivo de todos conocida, cuyo nombre empieza por D. Cada vez hay también más publicaciones y guías de montaña para familias con niños, que muestran itinerarios apropiados para todas las edades. Una visita a Altair o a la Llibrería Quera nos proporcionara mucha información (además de un gran placer). También en Internet encontraremos foros en los que intercambiar impresiones con otras familias montañeras y reseñas de itinerarios que pueden ser adecuados para los niños (Palau Robert, Reseñas de la FEEC, Mendiak.net, Barrabés, Madteam, Pirineos 3000, etc) También es importante no plantearnos objetivos por encima de las posibilidades de nuestros hijos. Es difícil dar unas normas generales sobre qué tipo de ascensión es adecuada en función de la edad. De hecho, nuestros hijos mayores han subido a las mismas montañas teniendo 2 años de diferencia. En base a nuestra experiencia, pensamos que las excusiones de hasta 300 m de desnivel, que representan una ascensión de 1h – 1h 30min (ida), son aptas para todos los niños de 4 – 7 años. Las que suponen de 400 a 700 m de desnivel (2h – 2h 30min de ascensión) son aptas para niños de 7 – 10 años o menores muy caminadores, mientras que las de más de 700 m de desnivel y al menos 3 horas de ascensión son apropiadas sólo para niños de más de 10 años o menores muy caminadores. Para los niños menores de 4 años hemos de pensar en ascensiones de hasta 300 m de desnivel ó 1h de camino (ida) y tener en cuenta que tendremos que llevarlos en brazos o en mochila una buena parte del trayecto. Una recomendación que es oportuno recordar siempre es la de salir temprano. En la montaña hay que madrugar. Si comenzamos la ascensión temprano, se nos hará más ligero subir con el fresco de la mañana, iremos sobrados de tiempo para caminar relajadamente y disfrutar de la ruta y tendremos margen de maniobra ante cualquier imprevisto. En la montaña nunca nos arrepentiremos de haber salido temprano, pero casi siempre de haberlo hecho tarde. Finalmente, hemos de tener en cuenta que la montaña no es el parque. Si no seguimos las reglas podemos resultar lesionados, heridos o algo peor. También hemos de saber que en muchos lugares no hay cobertura de telefonía móvil y la ayuda, si la necesitamos, puede tardar en llegar. En los lugares expuestos o con cierto peligro tendremos que estar atentos a los movimientos de nuestros hijos, guiarles, y si es preciso ayudarles. Con una buena planificación, una observación atenta a nuestros hijos, prudencia y sentido común disfrutaremos de días maravillosos en la montaña. Nuestros hijos serán y harán lo que ellos decidan y elijan. Seguramente no serán alpinistas, pero la montaña dejará en su carácter una huella indeleble.” Especialmente ahora que se acerca el buen tiempo, leyendo a Iñaki y Rosa nos invaden unos irrefrenables impulsos de preparar la tortilla de patatas, calzarnos las botas, coger la mochila, preparar a los peques y echarnos todos a recorrer caminos sin asfaltar allende las montañas para disfrutar de la vida junto a nuestros retoños. ¿A que sí?.

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