Mayor sueldo, mayores gastos: ¿es su caso?

La alegría de un aumento de sueldo puede generar más de una insatisfacción si en el camino uno comienza a identificar “nuevas” necesidades o asume deudas por bienes o servicios superfluos
Mayor sueldo, mayores gastos: ¿es su caso?
En el 2006 cambié de empleo y me mudé a un departamento recién estrenado en Miraflores. Entonces, el nuevo sueldo que me parecía infinitamente superior al dejado atrás cobró otras dimensiones con el devenir de los días, el quehacer de la vida doméstica y la nueva rutina de diversión que adquirí. La realidad me demostró que no estaba solo ganando más sino que estaba gastando más y con creces. La canasta básica estaba cubierta, así había que buscar las variantes. Si antes comprar pan significaba llevar en el bolsillo un sol para regresar con 10 unidades a la hora del lonche, ahora era necesario agregarle a esa misma levadura cocida un poco más de ajonjolí, unos gramos más de mantequilla o darle forma de buñuelo y, claro está, compensar económicamente al brillante panadero. Además, debo decir que en la bodega que estaba cerca de mi nueva casa el pan con similares características a aquel de 10 céntimos de mi antiguo barrio costaba nada menos que 25 céntimos. Ello, me explicaron, porque no tenía bromato, un compuesto químico que se utiliza para hinchar el pan. La salud también está más allá de la canasta básica. Ya unos años atrás, cuando arribé a Miraflores, comprobé que el presupuesto para las compras semanales se incrementó hasta en 35%. Cuando llené el carrito de compras pensé que compraba exactamente los mismos productos, lo cual debió ser así, pero olvidé sumar aquellos céntimos de más que exhibían los precios en los anaqueles. De céntimo en céntimo, o de sol en sol, los S/.150 que destinaba para llenar la despensa de casa se convirtieron en más de S/.200. Si a eso le sumábamos cuatro semanas, el sueldo ya no es tan fantástico. En el 2010, con niños en crecimiento en casa, muchas veces el precio es el último criterio por tomar en cuenta. Entonces los ingresos, en términos de uso efectivo, se van achicando. En todos sus aspectos, la alimentación es una experiencia no solo reivindicatoria con el cuerpo, va más allá de la rutina ejercida tres veces al día. Una amiga me comentaba que a ella se le volvió una costumbre visitar un restaurante nuevo cada fin de semana, con el correspondiente desembolso de un mínimo de 400 soles mensuales, muy ajenos al presupuesto de las necesidades básicas del resto de días. Esta experiencia no me es lejana, puedo indicar que conozco casi las tres cuartas partes de los restaurantes de la avenida La Mar, la zona más sibarita de Lima. NO BASTA También está el inevitable hecho de adquirir nuevas necesidades, antes inexistentes. Ya no basta con el arreglo personal mínimo, comienzan a sumarse otros aspectos. Alguna compañera recuerda que cuando ganaba un poco más del sueldo mínimo el tinte de cabello en una peluquería ubicada a unas cuadras de su casa no superaba los 40 soles, luego migró de trabajo y llegó a otra peluquería con un mejor servicio que le significó un gasto de 25 soles adicionales. Por tercera vez cambió de trabajo y también de estilista. Cada seis semanas gasta S/.170 sin remordimientos para lucir un “color fijo, que no se torne anaranjado con el sol”. La imagen personal es alimentada con un mayor presupuesto. A esto hay que sumar la ropa de marca que ahora es real y ya no una falsificación. Incluso ir al cine tiene otras implicancias monetarias. Cada distrito tiene sus tarifas según la percepción errada de lo que se considera un cono popular. Muchos empresarios deben escuchar al investigador en márketing Rolando Arellano: las clases sociales ya no están ubicadas según los distritos, el que tiene más puede perfectamente domiciliar en Los Olivos. Esto es solo una muestra de lo que una billetera más abultada está dispuesta a gastar, algunas son sutilezas y, en otros casos, sí hablamos de mayor calidad. Hernán Chaparro, gerente general de GfK Conecta, comenta que el incremento de los centros comerciales se convierte en una tentación muy grande, sobre todo para aquellos que comienzan a ganar más en una economía como la peruana que estuvo deprimida por muchos años. “Por lo general, las mujeres dedicarán esos excedentes a ropa y belleza, mientras los hombres cambiarán con mayor asiduidad el modelo de celular”, resalta. Agrega que si aquel excedente es pequeño, un padre de familia lo destinará a una salida fuera de casa, es decir a las actividades recreativas. Frente a todo eso no hay que olvidar el futuro. Si evaluamos el peor de los escenarios uno se acostumbra a un nivel de gastos y puede dar un siguiente paso: deudas. Sin embargo, como me decía un buen amigo, si tienes más plata, tienes que haber garantizado algo de ello en algún bien propio que pueda ser luego vendido o incluso establecer un negocio. El mejor de los escenarios entonces es destinar religiosamente una parte del sueldo al ahorro, porque en teoría se gana más y existen excedentes. El reto es caminar hacia ese escenario.

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