No todo lo que brilla es oro

Actualizado el 27 de Diciembre 2013
“El principal problema con el dinero, es que te lleva a hacer cosas que no quieres hacer” (Lou Mannheim, película “Wall Street”, 1987).
No todo lo que brilla es oro

Actualmente somos testigos frecuentes de alternativas de inversión que ofrecen rendimientos bastante elevados bajo diversas estructuras, no sólo financieras, sino también de negocios. Lamentablemente, en varias de estas alternativas nunca nos ponemos a pensar en el factor “riesgo” o preferimos ignorarlo ante la tentación de lograr una rentabilidad alta sin mayor esfuerzo.

Una de estas estructuras es el conocido modelo “piramidal”. Este modelo se inicia con un grupo reducido de personas que buscan captar nuevos participantes, quienes a su vez captan más personas.

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Cada uno de los participantes debe realizar aportes de dinero. El modelo es simple: Los nuevos participantes pagan los intereses de los primeros, con lo cual el retorno se genera a partir de un proceso de “descapitalización”. Este modelo funciona conforme se tenga un flujo elevado de nuevos participantes, pero en el momento que esto no suceda, el modelo se quiebra.

Quizás el caso más emblemático que hemos vivido en el Perú ha sido el caso CLAE, que aprovechó la coyuntura financiera de finales de los ochentas para ofrecer tasas de interés de 100%, frente a un sistema financiero local descapitalizado y con tasas reales negativas por la elevada inflación. Cuando se rompió el flujo de aportes, el modelo dejó de funcionar.

Pero esto no sólo sucede en países en desarrollo o con personas mal informadas, también sucede en países como US e involucra a inversionistas sofisticados como víctimas. Este es el caso de Bernard Madoff, quien gozaba de gran reputación entre los banqueros e inversionista en US y Europa.

A través de una supuesta estrategia de inversión ofrecía un retorno “garantizado” entre 8% y 12% anual. No obstante, lo que realmente hacía era levantar una “pirámide financiera” que empleaba los nuevos aportes para pagarle los intereses a los inversionistas. Es decir, los intereses garantizados salían del mismo capital de los inversionistas sofisticados.

¿Cómo terminó esta historia? En el momento en que los inversionistas empezaron a retirar sus fondos por la crisis financiera, el modelo se quebró. Otro caso similar estuvo a cargo del norteamericano Robert Allen Stanford, condenado a 110 años de prisión en US por estafa, quien además era dueño de una casa de bolsa local que ya no funciona en la actualidad.

Ahora bien, no siempre una inversión riesgosa está relacionada con una estafa. La mayor parte de las pérdidas que realizan las personas con sus inversiones se realiza sin que exista un estafador. Estas pérdidas se originan porque nuestro “apetito” por ganar más dinero nubla nuestro análisis del riesgo asumido. En finanzas hay una relación que siempre se cumple y no admite excepciones: Si buscamos retornos altos, debemos aceptar riesgos altos, o visto de otra forma, a mayor riesgo exigiremos un mayor retorno como compensación. No hay manera que alguien te ofrezca ganar mucho dinero, sin asumir un elevado riesgo. 

Al respecto me gustaría compartir una casuística que hemos vivido en Kevala Advisors este año al asesorar a varios inversionistas “sofisticados”. Como seguramente saben, este año la Bolsa de Valores de Lima (BVL) ha sufrido una importante pérdida. Dentro de la BVL existe un segmento que particularmente tiene un elevado nivel de riesgo (Segmento de Capital de Riesgo).

Bueno pues, varias de las personas con las que nos hemos reunido tenían en sus inversiones con un porcentaje exageradamente elevado en este segmento, lo que les había hecho perder mucho dinero (más de 50%). Cuando les preguntábamos por qué habían invertido en dichas acciones siendo su perfil de riesgo diferente, nos respondían que anteriormente habían ganado bastante invirtiendo ahí, pero que ahora estaban desesperados por las pérdidas. Nuevamente vemos cómo la posibilidad de ganar dinero nubla nuestra evaluación del riesgo que asumimos.

Algo parecido se vivió en US hacia inicios del año 2000, con la crisis de las denominadas “puntocom” (empresas vinculadas al negocio de Internet). A pesar que gran parte de estas empresas no tenía aún ingresos, ni modelo de negocios, los inversionistas seguían invirtiendo porque era el “negocio del futuro”. Incluso muchas de estas empresas llegaron a tener valorizaciones cercanas a las grandes empresa dentro de US.

Una vez que aparecieron los primeros fracasos en los resultados financieros, empezó la ola de ventas y el desplome de las acciones tecnológicas. Cerca de 5,000 empresas “puntocom” desaparecieron y el índice del sector cayó 75% en dos años.

Mi interés al escribir estas líneas es despertar la conciencia de cada persona sobre el importante rol que cumple el riesgo a la hora de evaluar cualquier inversión. Aquí no hablo sólo de la posibilidad que una inversión resulte fraudulenta, sino de comprender cuál es el nivel de riesgo que podemos resistir. No se trata de evitar el riesgo, sino de aprender a gestionarlo adecuadamente. No existe el rendimiento garantizado, ni siquiera a nivel de ahorros bancarios, porque aún ahí existe el riesgo de quiebra.

¿Cómo podemos minimizar el riesgo?

Diversificando nuestras inversiones, es decir, “no poniendo todos los huevos en una misma canasta”.

¿Hasta cuánto debemos diversificar?

El grado de diversificación dependerá del perfil de riesgo de cada uno, cuanto más conservadores, mayor deberá ser la diversificación. 

Por ello siempre es bueno asesorarse adecuadamente. Es importante diseñar nuestro plan de inversiones a partir de un alineamiento coherente entre nuestros objetivos, horizonte de tiempo, carga financiera y familiar, retorno esperado y perfil de riesgo.  No permitamos que la promesa de altos retornos nos haga “olvidar” los riesgos que asumimos.

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